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viernes, 9 de mayo de 2014

Un detective en New York

Hola, mi nombre es Eslilly y tengo 25 años. Os voy a hablar sobre un caso que me ocurrió hace mucho tiempo y que se dio por cerrado, aunque para mí todavía sigue abierto.

Cuando cumplí 16 años mi familia y yo nos fuimos a vivir a Nueva York. Hacía unos meses que mi padre había perdido el empleo y mi madre y él decidieron trasladarse a EEUU para probar suerte. Tras un tiempo, mi padre encontró un oficio en una comisaría de policía. Después de ir a verle trabajar unos días, me di cuenta de que me gustaba mucho lo que hacía, pero, cuando intenté trabajar allí me dijeron que era demasiado joven y que tendría que esperar unos años. Me sentí muy decepcionado porque mi idea era empezar lo antes posible...Pero como soy una persona valiente y astuta, decidí empezar a buscarme la vida como detective privado.

Me apunté a una academia de detectives donde me hicieron un montón de pruebas físicas y psicológicas. Estuve durante unas semanas aprendiendo las técnicas de investigación. Me enseñaron a ser sigiloso, a descubrir pruebas ocultas y a no confiar en nadie (solo en mí mismo). Y tras un duro entrenamiento, conseguí mi licencia de detective privado. Entonces, sólo me faltaba tener una guarida secreta donde responder a las llamadas de mis posibles clientes. Y, de repente, pensé que en el sótano de mi casa había un baño que nadie utilizaba jamás y que, arreglándolo un poco, podría ser mi despacho.

Me puse manos a la obra. Utilicé la taza del WC como escritorio, la bañera como almacén para guardar mis instrumentos, el bidé lo utilizaba como butaca para mis clientes y me ingenié un sistema para que cuando apretase la cisterna, se abriera una puerta secreta en el fondo del baño con mi coche de espía.

Un día, estando yo sentado cómodamente en mi butaca-water, me llamaron al teléfono-escobilla avisándome de que se había cometido un delito. La voz que sonaba al otro lado era misteriosa y siniestra. Según contaba esa voz, en el banco oficial del país se habían robado 50 millones de dolares, había sido a plena luz del día y nadie había visto al ladrón, ni siquiera los propios clientes. Por fin, la persona que me hablaba se identificó. Era la jefa del banco que, según me comentó, confiaba más en un investigador privado que en un policía.

A mí me pareció un poco sospechoso que las cámaras del banco no captaran ningún movimiento, también me pareció extraño que no saltasen las alarmas, era como si alguien de dentro estuviese compinchado con el ladrón. Pero lo que más raro me parecía era hablar de un tema tan serio sentado en la taza del wc.

Para comenzar la investigación sin que lo supiera nadie me fui al banco a buscar las huellas. Fingí que iba a sacar dinero y me metí por la rejilla del cajero automático. Por suerte, la jefa del banco me había dado un código para que se abriese la puerta secreta que daba a la cámara acorazada. Una vez dentro, comprobé que había rayos láser y todo tipo de trampas, pero yo llevaba conmigo una pastilla de jabón que lo desactivaba todo. Entonces, empecé a indagar y vi que las cámaras de seguridad estaban tapadas con una manta negra. También me extrañó que el ladrón supiese el código de la caja fuerte y, en una de las mantas que tapaban las cámaras, encontré un pelo rojo que podría ser del delincuente.
Una vez acabé de explorar la zona, me fui a mi despacho para analizarlo todo. Abrí el grifo de la pila que era un escáner, aparté el espejo tras el cual había un ordenador súper potente y cuando pasé el pelo por el escáner la computadora me dijo que era el cabello de una rata teñida (porque las ratas de Nueva York son muy presumidas).

Regresé al banco muy disgustado porque me habían engañado como si hubiese nacido ayer. Me fui a ver los vídeos de seguridad porque pensé que deberían haber grabado a quien tapaba las cámaras. Me llevé las cintas a mi baño y allí comprobé que una chica enmascarada se había encargado del robo. Como la máscara era muy exótica y de ese tipo sólo se venden en una parte de la ciudad, me dispuse a visitar esas tiendas para ver si los comerciantes me informaban sobre una chica que hubiese comprado una en los últimos tiempos. El tendero de una de las tiendas me dijo que dos chicas absolutamente iguales fueron a adquirir una máscara de ese tipo hacía dos días. Me enseñó los tickets de compra firmados y comprobé que una de las firmas me era conocida...

Al regresar al banco para seguir con las pesquisas, me disfracé de cartero para entregarle un paquete a la jefa del banco para que me firmase el documento de entrega. Se quedó bastante sorprendida porque dijo que no había pedido nada, pero al decirle que era un regalo de su hermana, lo aceptó. ¿Y qué pensáis que sucedió? Efectivamente, la firma del ticket de la tienda de máscaras era la de la directora del banco.

Por lo tanto, una vez averigüé esto, llamé a la policía para decirles que la directora había robado su propio banco. Una barbaridad de patrullas se dirigieron hacia su casa, entraron por la fuerza y detuvieron a la primera mujer que se encontraron. Todo el mundo pensó (incluido yo) que era la jefa del banco porque físicamente era igual. Pero, cuando le hicieron firmar los papeles de su detención, me di cuenta de que los firmó con la mano izquierda. Y entonces recordé que cuando le entregué el paquete a la verdadera directora, había firmado el documento con la derecha.

Cuando quise avisar a la policía ya era demasiado tarde, no logré convencerles con mi historia porque ellos lo que querían era cerrar el caso. Así que tuve que resignarme y ver como la verdadera directora escapaba con sus millones a París. A veces, una hermana gemela te puede complicar un caso.


La clase de 5ºA

La metáfora

Su piel es nieve,
su pelo, oro.
Sus ojos son mares,
su risa, dorada.


Chloe Frew

viernes, 2 de mayo de 2014

Descripción de una escena

Son unos niños hechos de llamas y están en su estrella natal, el Sol. Si nosotros estuviéramos allí arderíamos pero para ellos es una cosa habitual. Están jugando al balompié con un balón también llameante. Su expresión es sonriente. El ambiente que los rodea es muy triste: parece que son los únicos supervivientes de una explosión que ha arrasado todo un planeta.


Carlos Guerrero Álvarez