Una tarde cualquiera, en un lugar cualquiera, en uno de esos bares cualquiera de cualquier ciudad, un hombre mayor al que le gustaba mucho zampar se disponía a pedir su comida:
- Hola camarero, quería tomar cinco chuletas de cerdo con patatas, un huevo frito, una ensalada y de beber, una cerveza.
- ¿Pero no se va a poner usted un poco gordo? Además, ya está demasiado mayor - replicó el camarero.
- ¡Que va! Yo solo soy un abuelo un poco lunático al que le va la marcha.
- Vale, lo que usted quiera señor.
El camarero le sirvió toda la comida.
- Tome señor.
El anciano se lo comió todo y, efectivamente, se puso muy gordo. Cuando el camarero lo vio le dijo:
- Lo ve señor, se ha puesto usted muy gordo.
El señor se marchó hacia su coche y cuando intentó entrar, se dio cuenta de que no cabía. El camarero, al verlo en apuros, fue a ayudarle y le dijo:
- ¡Ya no cabe ni en el coche!
- Vale, tendría que haberle hecho caso - asumió el anciano.
- ¡Pero ayúdeme a entrar! - le grito indignado al camarero.
- Vale, le ayudaré.
El camarero le ayudó y, finalmente, el señor mayor pudo irse a su casa muy arrepentido.
Álvaro García Masegosa